Se acaba 2020, un año complicado para todos, y ya estamos trabajando en los planes para el 2021, un entorno puramente VUCA (acrónimo inglés de volátil, incierta, compleja y ambigua). Nos jugamos mucho, y aunque hay variables que no controlamos (vacuna, evolución de la pandemia en cuanto a mutaciones, restricciones de los gobiernos que afectan a nuestros negocios), hay otras que si dependen de cada uno de nosotros, y es en las que debemos hacer hincapié en 2021.
Un entorno volátil, requiere tener clara nuestra visión, la incertidumbre se trata mejor con entendimiento, la complejidad con claridad de ideas y la ambigüedad solo se gestiona bien con agilidad. Sin interiorizar estas variables y sobre todo la última agilidad, tendremos más fracasos que éxitos en nuestras actuaciones.
Como todas las recomendaciones de management, lo complicado no es conocerlas, sino ponerlas en práctica, y en este sentido y por el propio enfoque de Unoi (mejorar la interrelación entre la potencialidad de I+D+i de la UPV y el sector empresarial valenciano, en definitiva, acelerar los procesos de transferencia de resultados de investigación), hay algunas lecciones aprendidas de este 2020 que nos pueden ayudar a hacer frente a este mayúsculo reto que todos tenemos por delante.
Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de colaborar de forma tan ágil, potente y clara entre la UPV y la empresa en temas concretos, como la que se ha dado teniendo un objetivo común “aportar entre todas soluciones a los retos que nos plantea el COVID”. Es cierto que muchas colaboraciones no han sido monetizables, pero no es menos cierto que en otras, las menos, sí que se ha conseguido, pero esto no es diferente a los procesos de I+D+i en los que intentamos muchas cosas y pocas llegan a generar soluciones aplicables/absorbibles por el mercado.
- Teníamos una visión conjunta del problema en la que todos estábamos convencidos de lo que podíamos aportar y que la solución pasaba por cooperar.
- Conseguimos generar un entendimiento entre lo que podía hacer cada cual, teníamos claras nuestras capacidades y hasta dónde podíamos llegar aportando lo que sabemos hacer.
- Tuvimos claridad para definir el para qué, qué, quién, cuándo, cómo y cuándo.
- Y por último fuimos ágiles cambiando estrategias y enfoque tal y como aparecían los problemas.
En definitiva, fuimos capaces de, en un corto espacio de tiempo, movilizar activos críticos para dar soluciones concretas en un entorno colaborativo.
Aprovechemos esta experiencia y convirtámosla en una buena práctica a repetir. Si, ya sabemos que en ese momento todo nuestro foco estaba en esto (todos teníamos esa visión conjunta, y nuestro deseo más interno era aportar), y a nadie le dolió esforzarse ni dedicar recursos (ni investigadores, ni personal técnico de las empresas, ni a mayor nivel directivos de ambos mundos), y que ahora el día a día nos vuelve a desbordar, pero no es menor cierto que algo quedó de esto en nuestros equipos, en las personas.
Asistimos a una lección, una master class de la que todos hemos aprendido “si conseguimos definir un reto concreto en el que alineemos las capacidades del sistema de ciencia y tecnología y las empresariales, y en el que cada una de las partes tenga claro que aporta y en su fuero interno sabe que puede ser clave en la solución, avanzamos rápido y bien”.
A nuestro entender esta enseñanza se concreta en los siguientes aspectos:
- Definir el reto concreto al mayor nivel posible de detalle sin cercenar en su redacción posibles soluciones alternativas. Este es un aprendizaje fundamental, hacerse la pregunta correcta es una herramienta muy potente que deberíamos practicar con más ahínco.
- Identificar a aquellos activos que hay que movilizar para aportar conocimiento, y que estos tengan la capacidad y la voluntad de trabajar en su resolución. No pensar en que hay de lo mío, sino pensando en que habrá de lo mío si conseguimos solucionar el reto. No le pongamos trabas iniciales burocráticas a la colaboración, o al menos tratemos de disminuirlas al mínimo. Nuestro conocimiento sin aplicabilidad es el mayor desperdicio que una sociedad puede hacer. El orgullo de las personas, unido a la burocracia de las colaboraciones, mata literalmente los procesos de innovación universidad-empresa.
- Colaborar implica disponibilidad y dedicación, entre muchas otras cosas, y la posibilidad de reunirnos por videoconferencia ha sido un dinamizador de estas relaciones. La facilidad para encontrar huecos en los que reunirnos que permite esta tecnología, sin necesidad de invertir tiempo en desplazamientos la conocíamos, pero todos nos hemos sorprendido de lo que nos ha permitido avanzar. Es otro activo a seguir utilizando, eso sí aprendiendo a gestionar estos entornos con productividad, reuniones más focalizadas y con mayor valor añadido. Solo nos queda aprender a hacer networking con este medio de comunicación.
Estas son nuestras tres experiencias clave que queremos que nos acompañen en 2021, y que, aunque duela decirlo, han sido aprendizajes en positivo de esta crisis en la que nos hemos visto inmersos.
Ponerlas en práctica es nuestra responsabilidad como individuos que conformamos esta sociedad. Hacer todo lo que esté en nuestras manos para que este próximo año, los retos tengan soluciones innovadoras, disruptivas y monetizables (tanto en dinero como en responsabilidad hacia la sociedad) es casi diría una obligación. La historia la escribimos cada día con nuestras acciones, pero hay momentos en la misma que requieren esfuerzos adicionales que nos marcarán para siempre y este es uno de ellos. No podemos fallar.
Os deseamos que en 2021 tengáis la valentía de decir, yo participé en conseguir que la crisis derivada del COVID tuviera menos incidencia en las personas, empresas y en definitiva en la sociedad.