Edutainment aplicado a la salud.

Los videojuegos activos pueden ser útiles para hacer programas de ejercicio físico personalizados y conseguir una mayor adherencia al tratamiento en los niños obesos, ya que son “más felices” y se sienten “más motivados” que con el ejercicio tradicional. Esta es una de las conclusiones de un estudio sobre la eficacia en la población infantil y adolescentes de las llamadas “plataformas exergaming” para realizar ejercicio y mejorar su salud y forma física.

El estudio está siendo desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, la Jaime I de Castellón, la Universitat de València, el Hospital General de Valencia y el Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatologia de la Obesidad y Nutrición (CIBERobn).

Según Julio Valero, pediatra del Hospital General de Valencia, aunque el gasto energético con el ejercicio físico convencional es el doble que con un videojuego activo, la sensación de esfuerzo del niño es menor con los escenarios virtuales. “Si le dices a un niño que corra cinco kilómetros, a los cinco minutos ya está agotado, mientras que con los videojuegos activos pueden estar veinte minutos sin sentirse cansados, e incluso te piden repetir”, ha indicado Valero. Por ello, según señala, es interesante desarrollar una estrategia que combine ejercicios más tradicionales con las nuevas tecnologías para estimular al niño obeso a conseguir los objetivos diarios.

En el estudio han participado hasta el momento setenta niños, treinta obesos atendidos en las consultas de Obesidad y Riesgo CardioVascular del servicio de Pediatría del Hospital General y otros 40 con peso normal.  A la presentación del estudio ha asistido John Mario, de 12 años, que pesaba 75 kilos cuando comenzó el programa y en diez meses ha perdido ocho kilos. Los investigadores han desarrollado un plan de trabajo en el que se comparan actividades de tipo más aeróbico en plataformas ‘exergaming’ como bailar en una alfombra especial, jugar al tenis y al boxeo virtualmente, frente a una actividad aeróbica común como es pasear, que realizan en una cinta de correr y andar. Durante las pruebas los niños van equipados con una camiseta biomédica, desarrollada por la empresa Nuubo y el grupo de Bioelectrónica del Instituto I3BH de la Universidad Politécnica de Valencia, que permite medir en tiempo real la actividad cardiaca y el movimiento que realizan.

El niño es monitorizado también con un dispositivo de calorimetría indirecta que mide su respuesta metabólica (frecuencia respiratoria, consumo de oxígeno), un pulsioxímetro para medir el oxígeno que circula pro la sangre y el ritmo cardíaco, y un podómetro para contar los pasos que dan los chavales en cada uno de los ejercicios.

Además de estas medidas, el niño responde a una serie de cuestionarios con el objetivo de valorar la motivación frente a la realización de actividad física antes de la prueba y su grado de satisfacción después de realizar cada uno de los ejercicios que la componen.

La jefa del Servicio de Pediatría del Hospital General de Valencia, Embar Lurbe, ha destacado que un treinta por ciento de los niños de entre tres y diez años sufren algún tipo de sobrepeso, y con ello, un mayor riesgo de ser un adolescente ya adulto obeso.  Además, ha advertido de las enfermedades que conlleva la obesidad, como diabetes, dislipemia o trastornos del sueño, y ha afirmado que si no se revierte esta tendencia “será una generación con una expectativa más corta de vida que sus padres.

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